coast2De acuerdo, tan solo de paso. Pero encaminados por un sendero de vértigo esculpido en los acantilados de Cornwall, donde pongamos el pie, importa.

Importa la dimensión del precipicio entre Saint Yves y Zennor. Importa el temprano vacío que paredes verticales derraman sobre el Atlántico. Importa una llovizna invernal e intermitente amasando bajo cada paso un barro diferente. Importan los latigazos de viento trepando por chimeneas de granito que bruñen la cara de los encaminados como emperradas en lijar hasta las patas de gallo. Importa el barro arcilloso que de tan solo mirarlo resbala la vista arrojándola hasta el fondo donde rompe el océano. O quizás importa que mientras yo vengo de secano y ese espectáculo me intimida, a Maribel le provoca asomar un dedo índice del guante, señalar la espuma de salitre que baten las olas de su océano favorito, y lamerlo. Importa que mi vértigo sobrestima el peligro hasta cuando lo relato desde la seguridad de mi escritorio. No me basta gestionarlo en mi intimidad. He de exponerlo, compartirlo, proyectarlo y arruinar la seguridad ajena salvando vidas que obviamente no demandan rescate.

Por su parte Maribel elige entretenerse seleccionando minuciosamente donde pisar. No por ese vértigo que acaparo todo para mí. A saber sus motivos. No camina sin antes explorar el preciso lugar donde poner, posar, encajar su bota. Maribelia avanza como con la mirada absorta sobre una caja de bombones recién destapada y tantea antes de elegir la piedra, mata de hierba o tierra firme en la que apoyarse. Y esa técnica de encaminarse que algún maledicente achacó a su pánico a embarrar el Gorotex violeta de sus preciosas botas, obviamente terminó entre lamentos por media pata rebozada. Y sí, la pata. Que una pierna es pierna hasta que metes la pata.

Y, cómo no, por mi parte, resbaló un fragmento de mí para arrojarse al acantilado. Tanto da qué parte. Lo que se muera de mí, será que sobra. Importa que vi ese fragmento precipitarse al vacío no sin antes interpretar su inverosímil amor a la vida agarrándose a unos helechos al borde del acantilado. Importa que lo vi cayendo ridículamente en el aire blandiendo una mata de raíces en la mano. Importa que alcanzó el fondo y se aplastó entre otros restos calcáreos sobre las rocas enmohecidas. Importa que estalló y pulverizó en una miríada de células gastadas y barridas por la siguiente ola. Importa que mis vestigios los engulló el océano para mezclarlos con iones de salitre y fotones de luz oblicua sumergiéndose, destellando iridiscentes en el agua para nutrir el plancton, algas, fitoplancton y al resto de la cadena trófica. Eso importa lo que muera de mi. Que retroalimente la vida en otras especies casi imperceptibles.

Horas después el sendero se amansó hasta rendirse sobre la arena de una cala oculta, Portheras Cove, escondida del sur, inaccesible al sol invernal. Soltamos las mochilas y caminamos hasta la playa. Vimos los rayos cruzando sobre nuestras cabezas y saltamos para alcanzarlos. Importa que saltamos otra vez más alto. Importa que al caer quedaron nuestros pasos firmes impregnados sobre la arena y no importa si la siguiente ola de espuma engulló nuestras huellas en el vientre atlántico. Importa que tan solo estamos de paso, pero cada paso importa.

 

Banda sonora por the South West Coast Path.

 

 

 

coast5

 

coast6

 

coast3

 

coast7

 

coast4

 

 

 coast8