Sin vuelta atrasEn un silencioso cruce de camino regentado por 3 personas y vestido con la golden stone la moto se detiene. Minah aparece cuando vamos a entrar al templo y con risueños gestos nos manda descalzarnos. Mis pies agradecen el frescor de la piedra y mi cuerpo recoge la energía de tan antiguo lugar. Dos elefantes de piedra nos dan la bienvenida y Minah nos presenta su templo, su casa, su vida. Y también a su marido, ocupado en atender los quehaceres del templo.

Minah toma mi brazo y como si leyera en braille pasa sus dedos por la tinta de mi piel y sonríe. Observo como sus ojos procesan la información y dice, ‘Yo sé’.
Su mirada pacificadora transmite una calma infinita a juego con el saree que luce y con el color de sus ojos. Me invita a profundizar la mirada mientras pone el pulgar en mi muñeca y cierra los ojos.
A lo lejos el marido quiere saber a qué me dedico. Balbuceo algo inteligible mientras Minah pone sus manos en mi frente y dice, ‘Yo sé’.
Explica que no pudo ir a la escuela porque su padre no lo permitió pero que sus dos hijas han estudiado. El marido emite un sonido ronco con la garganta y nos despista de la conversación.
Su cara manifiesta una sonrisa cómplice dejando entrever unos dientes de color marrón corrompidos por el paso del tiempo. Coquetamente da vueltas alrededor de sí misma para mostrar el saree en su totalidad y con cierto descaro y un inglés a medida despliega una batería de preguntas. Una vez saciada la curiosidad coge un pequeño libro en sánscrito y nos deleita con unos cánticos sagrados.
Antes de que su marido cierre el templo Minah nos muestra la belleza de su tierra desde la terraza. Mi casa, tu casa, dice mientras me toma la mano. Los pies se niegan a dar media vuelta y a dejar atrás la calidez de este hogar.
En la puerta del templo, Minah pregunta Cuántos años tengo? Permanezco en silencio intentando vislumbrar sus años y lo único que recibo son experiencias y vida. Me susurra al oído, es lo importante, las experiencias que vivas.
La moto ruge eufóricamente por el desierto del Thar y permito que mi mecha blanca disfrute de una exacerbada libertad.