De Junio a Agosto los cielos de Bali se tiñen de colores, negros, rojos, blancos como tributo a la trinidad Hindú.
Convertida ahora en una tradición religiosa los Balineses vuelan sus cometas construidas con bambú y mayoritariamente con forma de animales, peces, búhos, halcones, dragones para venerar a Rare Angon, el Dios del viento. Cuenta la leyenda que las cometas que bailan con esas ráfagas de viento ayudan a los agricultores a alejar los malos espíritus de sus cosechas.
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Viene siento habitual que al mediodía un grupo de cinco-seis jóvenes acuden a volar sus cometas en los campos de arroz que hay frente a casa. Entre todas ellas, destaca una con forma de lechuza de unos dos metros de larga. Uno de los jóvenes lleva la voz cantante y vocea órdenes a diestro y siniestro. Otro carga la lechuza sobre sus hombros y la aleja del grupo mientras el cordel se va liberando en las manos del pretendido líder. A raíz de realizar una serie de ágiles movimientos para tensar la cuerda, la lechuza levanta la cabeza con brío, aunque al segundo vuelve a hincarla en tierra. Una nueva orden es lanzada al grupo y el más pequeño se hace eco de ella. Ahora, la lechuza se despega de la tierra un metro y medio, lo que provoca sonrisas en todos ellos. Un presto y ultimo movimiento provoca el levantamiento de la lechuza hasta bien arriba. Tras el silencio contenido el grupo estalla en vítores y aplausos y me uno a ellos para celebrar el vuelo de la lechuza sobre nuestras cabezas.
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Cada día espero con ilusión el momento de observar el vuelo de las cometas desde la hamaca. Es un fenómeno hipnótico que me atrapa en la sonrisa del presente permitiendo una mente en reposo. Los sentidos se agudizan, y la calma abraza sigilosamente el ruido interno. El silencio se manifiesta y lo absorbe todo. Ahora miro hacia arriba para soltar la opresión que se origina adentro. En el vuelo elegante de la comenta me encuentro y celebro cada día, y doy gracias por este nueve wake up convertido en do nothing por propia elección .