A la playa desierta donde practicaba el do nothing llegó una familia de seis. A las dos mujeres los rayos de sol sólo le radiaban los pies y las manos. El resto de piel parecía tener prohibido la absorción de vitamina D.
La niña de cinco años, con pantalón, camiseta manga larga y hiyab rosa fucsia intentaba salir del agua con el extra de ropa y acabó haciendo la croqueta en la arena. Al quitarse las gafas de agua arrastró con ello el hiyab y durante unos segundos una melena larga, negra y rizada quedó al descubierto. Vaciló unos segundos antes de enmendar el desorden en su traje de baño, el cual volvió a su normalidad tras recibir una silenciosa amonestación por parte de su padre.
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En el interminable ferry de la isla de Sumbawa a la isla de Flores una joven cubría su cuerpo con varios metros de tela negra dejando sólo al descubierto la línea de los ojos y la yema de los dedos pulgares. Una madre orgullosa de su niña de pocos meses se hacía fotos en cubierta con ella. Su cara rolliza y los ojos brillantes eran los únicos rasgos que quedaban libres de la censura. La mirada triste de la niña que deambulaba por los pasillos del ferry con una cesta de chuches en la cabeza vino a buscarme. Le toqué la nariz tres veces a modo de juego buscando su sonrisa y en respuesta ella acarició mi densa cabellera alocada tras los vientos oceanicos.
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En el asiento de atrás una adolescente amamanta a su bebita de una semana. Ambas tienen el pelo color negro azabache. Un señor que fuma como un carretero en el asiento de delante dice que ahora es musulmán pero que antes profesaba el hinduismo. Sin ser consciente acaba por exhalar en una de sus bocanadas de humo un rayo de esperanza al que me aferro para sostener la tristeza que me invade. Quizás la libertad se encuentre en la capacidad de elegir a qué Dios seguir o incluso, si seguir a alguno. A las cinco de la mañana me despierta el canto del muecín, que en esta ocasión recita a modo de mantra, que el despertar de la conciencia nos permita elegir libremente y nos de fuerzas para derrumbar las tradiciones familiares impuestas desde antes del nacimiento. Que así sea.