Antes de abrir la puerta atorada del campo base coloqué la llave del buzón en su ranura e inspiré profundamente antes de proceder a su apertura. Recogí las cartas que cayeron al suelo y pude entrever el Kia Ora que llegó de Nueva Zelanda.
Cuando abrí la puerta de mi habitación en casa de mis padres me asaltaron un regimiento de recuerdos infantiles, y una Nancy con traje de flamenca y un par de barriguitas me abrazaron fuerte..
La cazadora vaquera rescatada desprendía ese olor particular del campo base, una sufrida penitencia por los dieciséis meses de encierro en el armario.
Las barefoot australianas se desplazaban airosamente por el terreno de grava de la vía verde. En un par de ocasiones temieron por su vida tras reencontrarse con unas Dr. Martens de plataforma y alguna que otra Vans y new balance.
Dieciséis meses. Catorce países y dos continentes. Nueve mil ciento treinta y cinco fotos y mil doscientos ochenta y siete vídeos. Cuatro libretas. Nueve masajes. Tres cortes de pelo. Cinco Royal enfield.
En el último tren sustituimos las literas por asientos abatibles dobles. Observamos sorprendidos como pasaban la fregona en cinco ocasiones por el pasillo y no encontramos ningún papel en el suelo.
El aliento del dragón nos embistió de frente mientras arrastrábamos las mochilas por un camino polvoriento hacia la oficina de inmigración india de la frontera. El taxista dio once vueltas a la caza de pasajeros y resignado y a falta de uno emprendió el trayecto.
El ser infieles a la cocina de la homestay nos regaló el encuentro con el relevo de este around the world. Ante la perplejidad del resto de trekkers nos abrazamos con efusividad y compartimos unas French fries.
© 2025 The Jumping Forest