274180862 10160518798596318 3554556718334393128 nHoy es la tercera noche de abrir los ojos a las 3.15 de la mañana. El estridente maullido de un gato me trajo al mundo consciente. El resplandor de la luna se cuela por la ventana y lo siento como los primeros rayos del alba. Y ahora qué, me pregunto.

274180862 10160518798596318 3554556718334393128 nLlama mi atención un remolque que está girando en la esquina. Va cargado de grandes troncos de árboles cortados. Deben tener muchos años, intuyo por el diámetro que queda al descubierto. Su corteza es robusta y pienso donde habrán quedado sus raíces.

274180862 10160518798596318 3554556718334393128 nMastroianni nos recibe con un gran abrazo verbal y un brillo de ojos que atrapa. Nos dejamos llevar hacia la mesa al fondo del bar. Un canal de television gallega ofrece el parte diario que sobrevuela la sala buscando oídos que contaminar.

safe image 1El campo base se difuminaba en la madrugada mientras el Toyota le robaba km a la carretera de curvas. Como despedida, un cielo estrellado para guiarnos del este hacia el oeste. Allí donde se pone el sol.

Sin vuelta atrasEs tan confortable la melodía que emerge de la Nina Simone instalada en el techo de la habitación que salir de la cama temprano se ha vuelto una odisea. El mandala multicolor tejido en lana por Georgina te atrapa en su baile hipnótico y despierta la creatividad bajo las sabanas de coralina.

de norte a sur

La lista de música de Bath embrujaba nuestros sentidos mientras hacíamos kilómetros por puertos de montaña ya conocidos. La oscuridad reinante en el lugar ocultaba el desfiladero por el que rodábamos mostrando las siluetas de las paredes de roca caliza.

La levantera

El insomnio sorprende de madrugada y aprovecho para jugar con el torrente de pensamientos despiertos como si fueran las piezas de un puzzle a construir. El silencio de la noche es roto por el viento que se cuela por el ventanuco de encima de la puerta. Otro día más de levantera.

La abeja

Quiso una abeja colarse entre las cuentas del japa mala para encontrar su muerte mientras yo colocaba un par de calabacines en la bolsa de la compra. Durante un breve instante quedó prendida de un finísimo hilo que la unía al aguijón que enterró dentro de la piel de mi muñeca izquierda. Y allí colgada sin vida se dejó zarandear por los movimientos inconscientes de mi brazo mientras el veneno se iba esparciendo por todo el cuerpo.